domingo, 2 de octubre de 2016






Política exterior de la Monarquía Hispánica
bajo Carlos V y Felipe II: similitudes y diferencias








Arturo Cosano Ramos






Trabajo tutorizado por D./Dña.:
Pilar Pezzi Cristóbal. UNIVERSIDAD DE MÁLAGA














I. INTRODUCCIÓN

Carlos V de Alemania, o Carlos I de España nació en el 1500 siendo una figura fundamental de esta época que vivió hasta 1558. Incluso antes de la posesión de mayor poder en 1550 tras su victoria con los príncipes alemanes ya esgrimía carácter de “poder lograr cualquier cosa”. La centralización de poderes y la forma de entender lo que era el Imperio fueron las motivaciones para una política exterior a la que estaba obligado como Emperador. Fue un hombre muy culto, cristiano, que además sabía como llevar una política agresiva pero sin dejar la negociación. El por qué de su declive es debido también a este gobierno que explicaremos a continuación.
Por otro lado, Felipe II, que vivió de 1527 a 1598, es considerado por muchos historiadores como un “rey por casualidad”. Carlos V se encargó personalmente de escribir unas instrucciones donde le dejaba claro como continuar la forma de gobierno, asi como el testamento del emperador, textos fundamentales para el estudio de la política exterior de ambos reyes. Está por tanto claro que la influencia de Carlos V sobre Felipe II es realmente importante, pero, ¿fue un gobierno similar, o hubo diferencias?.
Por tanto, el trabajo lo enfocare abarcando el estudio de la política exterior de Carlos V y posteriormente Felipe II, para así poder compararlas y saber explicar sus similitudes y diferencias. 


II. POLÍTICA EXTERIOR DE CARLOS V

La política de Carlos V estuvo muy marcada por la de sus abuelos los Reyes Católicos, por lo que se le considera como el “último rey medieval” tal y como afirma Constantino Álvarez (1982) o Manuel Fernández Álvarez (1999), no obstante, junto a la cruzada frente a la amenaza Otomana, encontramos un hombre del Renacimiento, como ya lo empezó a ser su abuela paterna, Isabel I, es por ello, soldado y a la vez  político habilidoso, capaz de negociar con éxito los tratados de paz. Es por tanto relevante su carácter diplomático, que no le excusaba para tomar las armas cuando no había otro remedio.

Quizás el tema que más le marcó fue la cristiandad, él, como emperador, se debía a ella, y es esta la base de su política europea, pero, ¿cómo llegó a ser emperador? No fue por herencia, como el resto de títulos, sino por elección. “El rey de Bohemia, los arzobispos de Colonia, Maguncia, Tréveris, los príncipes electores de Brandeburgo, Sajonia y Palatinado” formaban el Colegio electoral a la muerte de Maximiliano, lo que impidió la elección de Carlos, estando Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra pendientes de ser también elegidos. Finalmente fue elegido Carlos I de España, lo que no fue si no una acumulación de cargas negativas como la disidencia luterana y la nueva enemistad con Francia, además de propios problemas internos. 
Lo primero que hizo Carlos V fue dar un nuevo sentido al título imperial, “convirtiéndose en cabeza de una idea del proyecto de pan-Europa”,  es decir, crear un imperio que encuadrase toda Europa, sabiendo que la única manera era mediante la religión, de ahí que fuera un importante abanderado del Cristianismo; además, nombró a una serie de personas, unos “ministros”, normalmente familiares directos, que se encargaran de partes específicas de este gobierno tan extenso. 
Los tres grandes frentes que tuvo Carlos I de España y V de Alemania fueron la rivalidad con Francia, la lucha contra protestantes y la guerra contra los Turcos. Estos mermaron su gobierno y su capacidad táctica hasta que lo abocaron al desastre.

1. Rivalidad contra Francia

Desde su elección como Emperador, Francisco I ya le guardaba recelos, y esto no fue si no un freno para su proyecto político, el de una Europa unida. Esto era un elemento de tensión entre las dos figuras más fuertes de Europa, que ya venía desde la inclusión del ducado de Borgoña a Luis IX. 
No era solamente una distensión a causa de la ruptura de los equilibrios y poderes, asi como las relaciones que tenían ambos países, si no también una imagen totalmente distintas de los valores de ambos gobernantes.
Fue la batalla de Pavía, que enfrentó ambos contendientes, la que obligó a Francisco I tras su derrota, a cumplir el Tratado de Madrid. En palabras de Fernández Álvarez: “únicamente le pide bajo palabra de honor a Francisco I el compromiso de respetar el Tratado, que consiste esencialmente en dejarlo en libertad a condición de que prometa devolverle Borgoña. El comportamiento de Carlos V es tan caballeresco como ingenuo”.
El Tratado queda en nada, devolviéndose los territorios a Francia tras la Paz de Cambrai (3 de agosto de 1529). No será hasta el problema sucesorio del ducado de Milán cuando se vuelvan a enfrentar ambos bandos. Carlos invade Provenza, lo que obliga a Francisco I a pedir ayuda a los Turcos. No supuso una solución al conflicto ya que se acordó una tregua en Niza hasta 1542, cuando Francisco I trata de tomar Milán, ahora bajo protección de Felipe II. En 1544 se firmará la paz de Crèpy, realizando el matrimonio entre el duque de Orleans y la princesa de la Casa de los Austria. 
El 31 de marzo de 1547 murió Francisco I, lo que pone fin a su rivalidad con Carlos, pero no el conflicto entre ambas potencias. El sucesor de Francisco, Enrique II de Francia, se encargó de pactar con los alemanes y así interviniendo en el problema alemán que trataremos más adelante. La guerra volvía  a comenzar, siendo esta vez un problema mucho más acuciante la financiación de Carlos V, obligándole a llevar una política de subsidios en España y de prestamos en los Países Bajos que le pasará factura. Tras una serie de distensiones y tras la abdicación del emperador, en 1556 se mantuvieron las conquistas de cada país mediante la Tregua de Versalles con un periodo de paz de un lustro, no siendo respetado continuando la guerra Felipe II.

2. La lucha protestante

Aunque realmente este acontecimiento lo podríamos incluir dentro de la política interior, su repercusión en el panorama internacional fue de decisiva relevancia para el transcurso de los acontecimientos venideros y la propia historia de Europa y el Mundo.
Ya hemos hablado del carácter cristiano de Carlos V y su interés en unir Europa bajo una misma fe, logrando así que los países se uniesen como uno solo, el proyecto “pan-europeo” como lo han llamado algunos autores. La base fundamental fue la restauración de la antigua Universitas Cristiana: “comunidad político-religiosa implantado durante el siglo XII con las Cruzadas y que tuvo su auge en el siglo XIII”. El querer ser el alma principal le llevó a difundir una idea de paz mundial, recayendo en su persona diversos poderes que le convirtieran en el eje. No veía sus acciones como conquistadoras, sino como organizadoras. El giro hacia la casa Habsburgo, la toma de Italia y la adhesión de Francia eran necesarios para un gobierno correcto según como él lo entendía. Aunque fue un fracaso, sobre todo en el aspecto francés, Carlos V estaba empeñado en llevar estas acciones en lo que el entendía un “cristianismo ordenado” contrario como otras religiones hostiles como el Islam. 
Sin embargo un problema mayor se gestaba no en el exterior, si no en el interior del propio Imperio. Las reformas teológicas no calaban en Alemania, donde una fuerte oposición religiosa estaba creciendo en contra del catolicismo. Inmediatamente estos actos fueron acusados de herejía y Carlos, como defensor de la fe, debía terminarlos de inmediato. No obstante había de tener cuidado ya que estas ideas estaban muy arraigadas en núcleos de importancia dentro de Alemania, y además entre sus propios súbditos, por lo que la manera de actuar fue cautelosa y prudente, ya que una división entre los alemanes podría ser el final de su gobierno, no solo religioso si no también políticamente. 
Tras diversos acontecimientos, “como una asamblea que presidió en la que citó a Lutero”, el Emperador intentó solucionar el problema religioso alemán, mediante la Dieta de Augsburgo (1530), una medida pacífica que explica las prioridades políticas de Carlos que dejaba de lado cuestiones teológicas. Los escasos esfuerzos de debate entre ambos bandos terminó por hacer fracasar dicha asamblea. Las esperanzas de los moderados del protestantismo en el Emperador desagradaron a su vez al bando papal.
La reacción de los príncipes germánicos a su vez cristalizó en la creación de la Liga de Smalkalda ese mismo año, instigada por el elector de Sajonia y el landgrave de Hesse, principales líderes protestantes. 
No era si no un intento de armarse ante una posible intervención militar imperial, que no era la idea principal de Carlos V pero que finalmente no se pudo solucionar el problema religioso con otra medida que no fuesen las armas. La Liga se unió en 1532 con Francisco I de Francia. Carlos se marchó de Alemania y a su vuelta, el protestantismo había hecho avances que ya no podían ser frenados. 
La paz de Crèpy en 1544, permitió al Emperador actuar en Alemania. “Fue el Concilio de Trento de 1545 el momento culmen de la idea del Emperador, que quedaba como cabeza armada de la cristiandad, y se proponía eliminar el protestantismo por la vía de la negociación o por la fuerza y restaurar la unidad religiosa que tanto ansiaba”. Carlos V , cansado de diálogos inútiles, decidió emplear la fuerza, no obstante, “Carlos I planteaba el conflicto como una lucha entre el Emperador y unos vasallos rebeldes”. 
La guerra se desarrolló en dos fases: en la primera, en 1546, consiguió la sumisión del Sur de Alemania; en la segunda, en 1547 se produjo la famosa Mühlberg que trajo la victoria del Emperador sobre los protestante. Tras esta, la Liga quedó desarticulada y sus principales líderes fueron hechos prisioneros. 
“La solución que el Emperador pretendió imponer a través del Interim de Augsburgo (mayo de 1548) era una reconciliación entre catolicismo y protestantismo a través del restablecimiento del catolicismo en toda Alemania”, con importantes concesiones a los protestantes. Esto no agradó ni a católicos ni a protestantes. El luteranismo se había impuesto en muchos lugares y el Papa no quería apoyar al Emperador. Es decir, las medidas no sirvieron para nada, procurando el derrumbe del programa político-religioso de Carlos I y la reanudación de la guerra. Carlos I no pudo impedir la división religiosa de Alemania y Europa en dos bloques: el protestante y el católico.
En 1552 varios príncipes alemanes se levantaron contra el Emperador por la reforma de la sucesión que tan poco había agradado a su hermano Fernando. Los estados alemanes esperaron los acontecimientos mientras Enrique II aprovechaba para conquistar varios obispados en Lorena. A su vez, el Emperador era atacado por sorpresa y obligado a huir de Innsbruck, lo que supuso gran perjuicio para su reputación que se suma al poco éxito en la recuperación de las plazas conquistadas. Agotado, el Emperador cedió la iniciativa de la negociación de una paz religiosa a su hermano Fernando, que se convirtió en el mediador entre católicos y protestantes en el Imperio. Fernando consiguió llegar a un acuerdo en Passau (1552), donde se anuló el Interim de Aubsburgo y resultó ser el fracaso de la monarquía universal propuesta por Carlos V.
La paz no se alcanzó definitivamente hasta 1555 en Augsburgo, en la que se oficializó la división religiosa del mundo germánico entre católicos y protestantes, dándose plena libertad de conciencia a los príncipes y obligando a sus súbditos a abrazar la fe de sus señores, permitiéndoles solamente el derecho a emigrar en caso de mantener su disidencia. Era el cuius regio eius religiosi. Carlos no quiso tener ninguna responsabilidad en la paz establecida con los luteranos. 
Su política fue errónea desde un primer momento, y no continuó los pasos adecuados. Aunque finalmente se llegó a una paz fue a costa de mucho, incluyendo el propio gobierno de Carlos V, que se vio forzado, humillado, a abdicar.

3. La lucha contra los Turcos Otomanos

Por lo tanto, la política religiosa de Carlos V era el centro de su gobierno. A la par que llevaba la lucha contra los protestantes, se encargaba de otro problema, el de los turcos otomanos. Sin embargo, esto no era solo por la lucha contra el infiel, el Islam era el enemigo secular, el cual estaba liderado por Solimán el Magnífico, chocaba con diversos intereses. “Por una parte, en la Península Ibérica se encontraban con incursiones de los piratas berberiscos en las costas levantinas, y en Alemania, los intereses materiales se veían amenazados también por los ataques que llegaban hasta las puertas de Viena, campaña que fracasó gracias al gran ejercito imperial”. Aunque Carlos se valió de grandes apoyos, los Otomanos no se quedaron atrás, llegando a pactar con el gran enemigo de Carlos V, Francisco I. Los intereses fuera de la religión eran principalmente los conflictos fronterizos, como Venecia o los Balcanes. 
Carlos I de España y V de Alemania aprovechó para lanzar una política mediterránea, afianzando sus posiciones costeras y asegurándolas frente a los ataques musulmanes, sobre todo del norte de África. Sobre todo se dedicó a la contención. Además, lanzó una serie de propagandas que reafirmaran su poder en Europa, poniéndolo como líder de la cruzada contra el enemigo hereje. 
No fue hasta la toma de Túnez por Barbaroja cuando Carlos decidió llevar acciones militares contra ellos, organizando dos proyectos, una que logró conquistar Túnez, y otra hacia Argel, donde sufre grandes perdidas y tuvo que retirarse.  Este conflicto estuvo muy unido con las guerras contra Francia, siendo motivo de la tercera guerra francesa, y además se vio parejo a las revueltas de los protestantes en Alemania. Carlos V era consciente del fracaso que había protagonizado, unido a debilidades físicas y “acusado de demencia por el papa Pablo IV”, fueron el empuje que le llevó a decidir abdicar. “El emperador Carlos V renunció a todas sus coronas (1556) para concluir su vida en la soledad de un claustro”. Para muchos escritores, quizás la ambición de Felipe II forzó la abdicación de su padre, sin embargo, no sabemos cuales fueron los reales motivos para esto. Es cierto que gracias a la enorme documentación que nos ha quedado del testamento y abdicación de Carlos V, preparó unas instrucciones de sucesión, lo que marca un interés de que fuese Felipe II el que continuase su obra. 


III. POLÍTICA EXTERIOR DE FELIPE II

Tras una serie de matrimonios, causantes de problemas exteriores con los Países bajos, Portugal, Inglaterra y Francia, Felipe II subía con unas guías establecidas por su padre. Ya se había estado haciendo a la idea de que al final, tendría que encabezar el gobierno que su padre había llevado con unas directrices que pretendía que siguiese, no obstante, “aprovechándose de la debilidad para ir acaparando poder”, Felipe configuró unas directrices de lo que sería su gobierno. Buscó la hegemonía europea y el triunfo del catolicismo, siguiendo los pasos de su padre. 
Su gobierno exterior lo podemos estructurar en cuatro bloques, relacionados entre si, como vimos con Carlos V. Uno de los más interesantes era la necesidad de estar casados. El matrimonio, exigido por su padre le valía como reforzamiento de poder y anexión de territorio. Como sabemos, la fuente de adquisición de poder era la unión de dos personas asi como sus posesiones.


  1. 1. El problema de Italia y la guerra con Francia
  1. 2. Guerra con los Países Bajos
  1. 3. Problema con los Turcos
  1. 4. Expansión por el Atlántico
  1. 5. Guerra con Inglaterra


Continuando la herencia de su padre, Francia fue la primera enemiga debido a las disputas por el control de territorios italianos tras las Guerras Italianas (1494-1559). Confiando en la figura del duque de Alba, defendió sus posiciones italianas manteniendo la guerra contra Paulo IV, aliado con Enrique II de Francia, el cual había aprovechado la debilidad de los últimos momentos de Carlos V para tomar posiciones y aliándose con loas príncipes alemanes. El problema era la financiación de las campañas, pero gracias al equipo de Felipe II se estaban estudiando las medidas para realizar los subsidios adecuados e imponer impuestos.
Tras una serie de sitios de mano del duque de Alba y una costosa financiación, en el invierno de 1555, Felipe creía más conveniente firmar una tregua 
La confrontación contra Paulo IV fue la que aumentó el problema, ya que el Papa estaba dispuesto a expulsar a los Españoles de Italia y acabar con la casa Habsburgo tras una rencillas de elección a cardenal. La falta de capacidad bélica le llevó a unirse a Enrique II. Roto el tratado que acababan de firmar Enrique II mandó un ejercito hacia las posiciones del duque de Guisa. No obstante, el duque de Alba, al frente de un gran ejercito, marchó a Roma y venció a los franceses en diferentes batallas. 
No obstante la administración empezaba a desestabilizarse debido a las fuertes cargas fiscales, y fue esta vez cuando se volvió a pedir una tregua “admitiendo la superioridad de Enrique II”.  La Tregua de Vaucelles (1556) no duró mucho, ya que la rápida recuperación de Francia alarmó a Felipe. La inestabilidad y desconfianza comenzó a surgir unido al nombramiento de Caraffa, sobrino de Paulo IV señor de varios dominios y cardenal, el cual se unió a Enrique II tras una falsa acusación de envenenamiento del Papa por Felipe II. 
La Guerra contra el Papado (1556-1557) fue otro gran momento de tensión. Felipe se veía en una disyuntiva ya que comenzar una guerra contra el papado era una acción muy peligrosa. La solución que buscó Felipe en un escenario dividido entre los que apoyaban la acción y los que defendían la paz, fue la de casus belis, es decir, justificar el ataque para la defensa de sus aliados. Una vez tomada la iniciativa y habiendo recabado suficientes fondos, se dispusieron una serie de campañas que tuvieron su apogeo en el triunfo de Civitella de Trontro en 1557. Continuó hasta terminar con la victoria de San Quintín en 1557, cuando liberó la ciudad. La supremacía Española se había impuesto, “demostrando su poderío militar”, reconocida por los franceses que firmaron la Paz de Cateau-Cambrésis en 1559. Paulo IV se retiró de la vida política ante tal derrota aun tras la excomulgación de Felipe II. 
La intervención de Felipe II en las Guerras de religión surgió efecto en algunas esferas de la población. Fue Felipe quién insistió en la proclamación de Isabel Clara en 1593. La conversión al catolicismo de Enrique de Borbón finalizó con la posición militar Española en Francia. Sin embargo, Enrique IV declaró l aguerra a España en 1595. No duró mucho y no fue muy intensa por el desgaste de ambas potencias. En 1598 se firmó la Paz de Vervins por la que Felipe II renunciaba a la subida al trono de Francia y reconocía al monarca. Finalmente la guerra había terminado. 



Entre la enorme herencia recibida por su padre, Felipe II había obtenido los Países Bajos, gran fuente de financiación, punto estratégico del gobierno Español. 
Las exigencias de autonomía por parte de los nobles Holandeses, gobernados por la hermana del rey, Margarita de Parma en 1559, era lógica ya que se les estaba asfixiando a impuestos, pero sobre todo por una cuestión religiosa entre católicos y calvinistas.
El error fue decidir imponer el acuerdo tridentino, hecho con anterioridad por Catalina de Medicci a los franceses. Esto no sentó nada bien a los holandeses protestantes, y aunque la gobernadora intentó por todos los medios calmar los ánimos no lo logró, también por culpa de Felipe II que no quería cambiar su posición para quedar bien ante el Papa,  comenzando así la Guerra de los Ochenta Años en 1568. 
La guerra tiene está dividida en dos fases: una primera hasta 1579, y una segunda de afirmación de posiciones. La colocación de nuevos impuestos no hizo si no agravar la situación, y fue tras dos conquistas: la toma de Brielle y Zelanda, cuando se unieron la mayor parte de Holanda y Zelanda a los rebeldes flamencos. La destitución del duque de Alba (1573) fue un paso hacía la conciliación, unido a la supresión de algunos impuestos y la disolución del tribunal de los Tumultos. Sin embargo no se llegó a un acuerdo con el príncipe de Orange, líder de los rebeldes, por lo que, tras el saqueo de Amberes por las tropas del rey, volvió el ansia de independencia. Ninguno de los demás gobernadores que se pusieron supo manejar la situación hacia una posición conciliadora. Hasta que llegó Alejandro Farnesio, cuyas dotes diplomáticas las usó para atraer a Felipe II hacia la población noble de los Países bajos. Logró que las provincias del sur aceptaran. Firmó el tratado de Arras, para retirar las tropas  y mantenía la libertad religiosa. La toma de Maastritch hizo tambalear el acuerdo, uniéndose los Países bajos en las uniones, la Unión de Arras del sur, fiel al rey y la Unión de Utrecht, del norte, que deseaba la independencia.
Guillermo de Orange declaró depuesto a Felipe II y convocó Estados Generales, proclamando al duque de Anjou. Su fallecimiento hizo llamar a Enrique II que no aceptó al ver la inminente actuación hispánica. La muerte de Orange fue aprovechada por Farnesio para tomar diversas plazas flamencas y reducir Amberes. No obstante, otros asuntos en la política internacional le hicieron perder al atención posponiendo su enfrentamiento con los rebeldes. Felipe II no renunció a los territorios, pero ya estaba en sus últimos años de vida, “optando por traspasar el compromiso de la soberanía a su hija Isabel Clara Eugenia”.


También, como sucesor de su padre, Felipe II tuvo que enfrentarse a uno de los grandes problemas de su tiempo, la amenaza otomana. Los turcos se habían impuesto como imperio dominante en occidente, con una religión hereje a los ojos de occidente, además de ser un pueblo, para ellos, destructor y que iba a arrasar con su forma de vida. A pesar de los propios problemas internos de los turcos, se estaban acercando a Italia, y su presencia en el mediterráneo a base de pirateo y pillaje empezaba a ser preocupante. Gran parte el poderío turco era gracias a la ayuda Francesa, que veía un gran aliado para eliminar a España, y los protestantes, que los veían útiles para erradicar el catolicismo. 
Gracias al tratado Cateau-Cambrésis (1559), Felipe II tenía unas acciones en el mediterráneo de las que no gozó su padre. Sin embargo, España sola no podía hacer frente sola a este gran enemigo, por lo que, Felipe II obtendrá apoyos del Papa Pio V, la Orden de Malta, Génova, Venecia y Saboya. Este conjunto de aliados se denominó la Liga Santa (1571).
Con numerosos ejércitos unidos pudieron atacar Turquía, ”muy importante para el dominio de los turcos”, norte de África… Aunque el gasto es enorme, ya que España sufraga tres sextos de la liga, el resultado será satisfactorio, la Batalla de Lepanto en 1571. Sin embargo la guerra no había acabado ya que la flota turca logró recuperarse de la derrota. Sin embargo, el desgaste les llevó a firmar una serie de treguas para finalizar las batallas en el Mediterráneo.


Tras una larga serie de políticas matrimoniales, fue con la casa portuguesa de Avís la que le dio a Felipe II, tras una crisis sucesoria, el nombramiento de Felipe I de Portugal. El hecho de que el Cardenal Enrique no solucionase la cuestión sucesoria, dio margen a Felipe II para arreglarlo por la fuerza. “En 1599, el Imperio estaba controlado por España por medio del Consejo de Indias y la administración política”.
Así, Felipe II se colocaba al mando de un imperio enorme, “un continente que ahora tenía una jerarquía con ideales ecuménicos”, el imperio más grande de toda la historia, poseyendo dominios en África, Europa, Asia y América. Claro está, a mayor territorio mayor dificultad de gobierno, que comenzó por Portugal, ya que su alejamiento produjo recelos en los lusitanos. 


Las iniciales relaciones entre Felipe II e Isabel I de Inglaterra fueron buenas a pesar del matrimonio fallido. Era necesaria esta alianza para mantener el control sobre los Países Bajos y la vigilancia de Francia. Fue con la expulsión de María Estuardo le hizo ver oposición político religiosa a la reina, unido a la excomulgación de Isabel I por Pio V. 

En 1585, Felipe II decretó embargo de navíos ingleses en puertos españoles, siendo respondido por Isabel I con la misma medida en su reino. Tras algunos tira y afloja, Felipe II junto a sus consejeros vieron que la mejor forma de acabar con la situación era invadir Inglaterra. La llamada Armada Invencible fue un gigantesco ejercito de navíos que partieron hacia tierras inglesas en 1588. Una enorme tempestad devastó gran parte de la flota, por lo que no puedo hacer frente a los Ingleses. La recuperación fue rápida, venciendo frente al Almirante Howard. El fracaso de los planes de invasión de Inglaterra, unido al ataque de estos a las colonias españolas sumado al enorme gasto que estaba resultado mantener la guerra fue suficiente para buscar la paz con los ingleses y miembros de Greenwich. No se lograría una paz total hasta la tregua de los Doce Años (1609).
Howard. nciendo frente al ALmirante no puedo hacer frente a los Infleses. aci medida en su reino. onio fallido. Fue con la expulHoward. nciendo frente al ALmirante no puedo hacer frente a los Infleses. aci medida en su reino. onio fallido. Fue con la expulHoward. nciendo frente al ALmirante no puedo hacer frente a los Infleses. aci medida en su reino. onio fallido. Fue con la expul

III. SIMILITUDES Y DIFERENCIAS ENTRE AMBAS MONARQUÍAS

Ya hemos visto cual fue la política exterior de ambas monarquías. Ante unas situaciones, los reyes tuvieron que mostrar unas aptitudes que fueron similares en algunos casos, pero diferentes en otras. Aunque Carlos I de España y V de Alemania dejó por escrito en sus cartas a Felipe II cómo debía de regir, y es cierto que en cierta medida él siguió el ejemplo de su padre, hubo momentos en el que se dejó llevar por sus impulsos e ignoró el consejo de sus allegados. 

1. Las similitudes

Las instrucciones de Carlos V a Felipe II de 1555 deja claro que se toman como base para una formación del carácter propio de Felipe.
En todo caso, resulta evidente que a partir de finales de 1541, cuando Carlos V regresa a España después de su derrota en Argel y ve próxima su caída, toma interés en formar a su hijo. Cuando abandona España y marcha al norte de Europa, esa formación se continúa a través de una correspondencia con su hijo. “De ese modo Felipe II fue convirtiéndose en aquel álter ego del emperador”. Es cuando fallecen los ministros colocados por su padre cuando decide realizar el viaje al encuentro de su padre en Bruselas. No obstante en las instrucciones de Carlos V ya se nota la diferencia de opinión entre las cartas de 1543 y las de 1551. 
Y un detalle importante es donde reina Felipe con ya 24 años, desde un punto fijo, desde una villa de Madrid que convertirá en la corte. 
No es difícil encontrar similitudes, sobre todo en los primeros años del gobierno del “«Príncipe de las Españas» (Philippus Hispaniarum Princeps)”: afán por las glorias de la guerra. Por eso vemos similitud ante la réplica del duque de Alba, en 1544 con el ministro Cobos. 
“La aspiración al imperio siguiendo los pasos de su padre es otra similitud clara, y no porque le empuje a ello Carlos V”. Sin embargo, en donde más pueden apreciarse las similitudes de carácter y gobierno es en la defensa del catolicismo y en el enfrentamiento con el Imperio Otomano. Felipe II sigue los pasos de su padre, así como en el apoyo al Concilio de Trento y hasta qué punto eso sería después defendido por Felipe II. 

2. Las diferencias

Carlos V es emperador, Felipe II, en cambio, ha renunciado a la corona imperial. Será como un emperador sin corona porque en Europa y sus amplios dominios en ultramar le dan un imperio mayor que el de su padre. Además, Francia caerá de pronto en una serie de guerras civiles religiosas, dejando de acosar a la monarquía española, con lo cual, Italia en vez de ser el campo de batalla entre franceses y españoles, gozará de una paz permanente.
En los Países Bajos Felipe II se mostraría como un extranjero. En los años siguientes no haría nada por cambiar ese estado de cosas. Carlos V supo escuchar la voz de los comuneros, atendiendo a sus peticiones y siendo clemente, a la hora del castigo; mientras que Felipe II jamás volvió a los Países Bajos y reprimiendo duramente la rebelión, “intolerante ante los herejes que podían corromper a los demás”. Por lo tanto serían distintos los resultados. Mientras Carlos V comprendió la necesidad de separar España y Flandes, Felipe proyectaría, en caso de que se efectuase su boda con Isabel de Inglaterra, que los Países Bajos deberían seguir vinculados a la Monarquía Católica. 
La política de la Monarquía Católica en relación con Inglaterra se basaba en la necesidad de asegurar las comunicaciones con Flandes. Durante el reinado de Carlos V fue la guía. Felipe II nunca lograría hacer de Isabel su aliada, llevándola hacia la enemistad, traducido en el intento fallido de invasión de la isla, ya que “él nunca traería los conflictos al país”. Este desastre le llevó a pasar de rey-consorte de la isla. “Gracias a la política carolina, al autor del desastre de 1588, anunciador del declive del imperio español”
Con Portugal, Carlos V mantuvo la alianza, como un legado de los Reyes Católicos y la firma de Tordesillas en 1494. De ahí la doble alianza matrimonial de su hermana Catalina con Juan III de Portugal, y la suya propia con Isabel, por insistencia de las cortes. Pero Felipe II era el hijo de Isabel de Portuguesa y como tal, cuando la muerte del rey don Sebastián provoca el problema sucesorio al trono, Felipe II entrará por la fuerza. Con la conquista de Lisboa garantiza su posición en el trono.
Vemos como Carlos V tomaba muchas más precauciones, y sobre todo, intentaba buscar otras soluciones antes que la guerra en comparación a su hijo, que no se lo pensaba dos veces.
Más prudente fue la actuación de Felipe II sobre las Indias Occidentales. Desde el primer momento proclamaría su deseo de pacificar aquellos nuevos dominios. En 1558 dictaría unas instrucciones a los Virreyes de Indias para que las gobernasen en “paz, sosiego y quietud”. De esa forma, la anterior etapa de la conquista daría paso a la tan señalada e importante de la pacificación. “Y de ese modo, esa hermosa nación lleva tan justamente el nombre del que aquí sí que podemos titular como gran rey.”




IV. CONCLUSIONES

Lo primero que he podido comprobar tras realizar el ensayo, no es tanto la similitud o diferencia entre los gobiernos, si no la enorme complejidad que se requería en la Edad Moderna para llevar una monarquía. La centralización del poder tenía ese inconveniente, que se debía hacer cargo de muchísimas cosas a la vez, lo cual solía ser casi imposible. 
Carlos V fue un hombre fascinante, así como su gobierno. Es sin duda uno de los mayores exponentes dentro de la historia de España y mundial, así como su hijo. No es el mero hecho de haber llevado a España hasta la máxima potencia, si no que eran fundamentales en el desarrollo internacional, es decir, han influido de manera decisiva en la historia de muchas otras regiones. 
El trabajo me ha hecho leer bastante bibliografía, la cual me ha servido más allá del propio tema, porque no se puede entender las acciones inglesas, francesas, alemanas e incluso del norte de Europa, sin conocer como se articulaba la política exterior de Carlos V y Felipe II. Es por ello que se complementan entre sí todas las naciones, articulándose unas con respecto a otras.
Personalmente, en cuanto al tema de la política exterior, veo una inteligencia en Carlos V que Felipe II pierde. Aunque Carlos intentó por todos los medios que su hijo continuase una línea, colocando a ministros que lo guiasen, Felipe se desgajó pronto de su padre, y tuvo algunos actos que se excedieron. Posiblemente fuese por su carácter impulsivo, o por no hacer caso a consejos, tuvo un imperio de una extensión como nunca se ha visto, no obstante no duraría mucho, y la perdida de territorios será temprana. No digo que fuese un gobierno mal o bien llevado, si no que algunas acciones fueron desmesuradas, así como su padre, que quiso llevarlo todo, demasiado focos de atención que al final le hicieron no lograr ninguno. Creo que la enseñanza es que diversificarse en múltiples problemas, te hace no llevar ninguno correctamente, y por lo tanto, no arreglarlos.





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